"Poemario de presentación Liceo Poético de Benidorm"

 

I ANTOLOGÍA

 

 

A continuación presentamos a los visitantes de nuestra página una pequeña muestra del contenido de nuestro primer libro:

 

DESDE LA TUMBA DEL ÚLTIMO
PENSAMIENTO TE RECUERDO

Vagamente, sólo vagamente recuerdo tu voz,
vagamente tu sonrisa.
A veces, la luz quiebra alguna sombra
al redoblar alguna esquina
y se me escapa tu figura... pero no te veo.
Vagamente recuerdo tus ojos...
¿eran verdes? Sí... ¿pero intensos?
         ...no recuerdo.
Vagamente, sólo vagamente me acuerdo
y vagamente recuerdo tus días negros,
¿o eran míos? No lo sé...¡Hace tanto tiempo!
Vagamente recuerdo tu elemental espacio
         -alto, que no ancho- ¡espacio de mis celos!
Vagamente se confunden tus luces con mis negros,
los besos con los labios, tus pechos con mis dedos.
Vagamente, sí, pero... de algo sí me acuerdo,
de tus firmes y abundantes pechos,
vagamente sí, pero me acuerdo.
De tus pechos firmes y tus muslos prietos,
vagamente... sí, pero de eso... me acuerdo.

 

©  José Antonio Ávila

 


TE RECUERDO

Yo veía en ti mis valles,
mis montañas.
Todas las canciones
que guardaba mi memoria.

Y quise estar dentro
de tu mirada,
de tus suaves ojos
que han recorrido
la luz y el polvo.

Y quise entrar en tu pecho
para que se me revelaran
todos los secretos.

Para saber si tú llevabas
en el corazón los mismos mensajes
y las mismas flores
que crecen en mis valles.

 

©  Orlando Carreño

 


 


SÓLO OSCURIDAD

Quisiera por un instante partir,
donde la luz o la oscuridad sea serenidad,
el sol caliente pero no queme,
las olas del mar te mezan
pero no muerdan.

Dónde querer sea un bien
y el bien sea el poder.
Donde el horizonte
no se empañe
con nubes de estambre
y el arco iris
sea un balancín.

Donde la vida no pese,
como un gigante, encima de mí,
que ni siquiera sonríe
cumplido su fin.
Partir a la oscuridad
dónde ella no apriete,
ni gima, ni sueñe.
Sin sonidos, calor, o frío,
sólo oscuridad, sin más.

¿Pero cómo partir?
Sin ofender ni herir,
sólo cuando ese espacio
esté reservado para mí.

 

© Florencia Guijarro

 


ANOCHECE

Anochece. Pienso en lo que pudo ser,
en la senda que nuestras manos
pudieron abrir, para así establecer
la concreción de sueños lejanos.
Entre sus ruinas el sol se esconde,
es larga la sombra de los cipreses,
dime: ¿Cómo haré para vivir y dónde...
sin que me abraces ni me beses?

Me arrulla el canto de la brisa nocturna
como el coro de una pertinaz quimera;
mientras mi alma se queda, taciturna,
recordando el placer de la vez primera.
Sé que nuestra relación te hizo sufrir,
lo entiendo ahora que la tarde fenece,
pero dime: ¿Cómo podré sobrevivir...
sin que me abraces ni me beses?

Cae lenta la noche sobre el rosedal
y lo arropa, con el doblez de su manto;
mientras tu ausencia gira, helicoidal,
apoyada en el eje de mi amargo llanto.
La luz se derrumba y tú ya no estás.
Se desploma el astro rey. Anochece.
Dime: ¿Cómo podré esperar otro día más...
sin que me abraces ni me beses?

 

© Julio Pavanetti

 


LA CASA DE LOS AROMAS

Los fantasmas amistosos del pasado,
me toman de la mano y me conducen
a través del portal, tan perfumado,
hacia donde las maravillas se producen.

Perfumado por esa fragancia sagrada
de madreselvas, glicinas y malvones,
el camino que recorro, alborotada,
me anticipa, del lugar de ser feliz, las sensaciones.

El lugar de ser feliz donde reina mi abuela,
entre aromas que acarician como manos...
la cebolla, el aceite y el tomillo en su cazuela,
con el ajo y el pimiento, unidos como hermanos.

El aroma del vinagre que adereza sus verduras
y en febrero, el perfume a vino de sus vides.
Y mi nariz buscando en su pecho las ternuras,
del olor a hierbabuena, albahaca y nomeolvides.

Me inunda el olor de la ropa recién lavada,
tendida al sol con su añil de azul azuleno,
ondeando como una bandera almidonada,
que huele en el aire con el aroma de su seno.

Por el patio circulan otras gentes,
pero su presencia sobrevuela y se eleva por encima,
sus palabras se derraman cual torrentes
y aún sobre la tierra, se encarama en su tarima.

Al final del día, en su seno recostada,
en su cama caliente y con el olor del calor
de las sábanas recién planchadas,
ya sin frío... encuentro la tibieza de su amor.

En este mi presente, adulta y a veces desvalida,
recurro al recuerdo de aquellos olores,
y recupero al instante el amor por la vida,
cuando a mi alma la calientan aquellos calores.

Porque me ayudaste a entrar al mundo,
porque acompañas mi camino,
porque marcas mi rumbo,
y me guías, sin esfuerzo, a mi destino.

 

© Annabel Villar

 



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